Pierina Dealessi nació el 25 de diciembre de 1894 y murió el 21 de enero de 1983.
Tenía una larga trayectoria teatral antes de la llegada del peronismo al poder.
Inmigrante italiana, nacida en Turín en 1894, comenzó su carrera al lado de su madre,
conocida actriz de la Península. En 1901 vino con ella a la Argentina, como parte de la
Compañía Garavaglia, compartiendo este viaje con Angelina Pagano. Después de pasar por cuadros filodramáticos de relevancia local en La Plata, ingresó al sistema teatral porteño de la mano de los hermanos Podestá en el Circo Corrado, participando, con apenas doce años de edad, de la obra El crimen de la miseria. También interpretó el papel del hijo de Moreira, y otros papeles similares. Se adaptaba a roles diferentes y esta versatilidad fue una de sus primeras virtudes destacadas. Rápidamente pasó a las salas y los ojos de las principales compañías se posaron sobre ella. No tardó en ser tentada por Enrique Muiño, uniéndose al elenco que encabezaba en el Teatro Olimpo; luego ingresó al Apolo con Pablo Podestá quedando a su lado cuatro temporadas. Contaba con sólo dieciocho años y era reconocida como sólida actriz de repertorio. Con Florencio Parravicini se convirtió en primera figura, estrenando El tango en París de García Velloso. Con otros éxitos de taquilla en su haber, consideró que el campo teatral la había legitimado lo suficiente como formar su propia compañía en 1924, junto a Morganti. Ya había compartido escenario con Lola Membrives en Instituto Internacional de Señoritas y en la obra de José Saldías, La gringa Federika, esta última con una formidable respuesta de público. También se había destacado en la Compañía
de Casaux. Comenzó su participación en cine en los albores del sonido, pero el teatro siempre fue su pasión, protagonizando La gallina clueca (otro de sus sucesos de bordereaux), Cosas de mamá, La botica de enfrente, La paloma de la paz, La Madre María, La piel de la manzana, El conventillo de la paloma, entre muchas. Un crítico señalaba a mediados de la década del veinte, “Preferiría el drama, por algo que ha nacido con ella. Pero la vida se ha empeñado en tenerla prisionera de la comedia reidera”. En la segunda mitad de la década del treinta un hecho marcará la carrera futura de Pierina, un hecho poco relacionado con la actuación en sí misma. Eva Duarte se suma a su Compañía y en ese momento se inicia una relación de profundo cariño mutuo, relación que no culminará hasta la muerte de la entonces
“abanderada de los humildes”. En el año 1947, es convocada para integrar el elenco de Las de Barranco de Gregorio de Laferrere. Era su primera aparición en Teatro Municipal y su participación no pasó desapercibida por la prensa. El Laborista del 14 de noviembre de ese año comentaba, “si no fue una Orfilia Rico, tuvo en cambio momentos de gran expresión artística, hizo reír y emocionar cuando ella lo creyó oportuno, y su personaje fue siempre rico en humanidad, no obstante sus crudezas escabrosas”.
El peronismo, ansioso por ser legitimado en el campo cultural, que le resultaba
particularmente esquivo por la resistencia a aceptarlo de figuras prominentes del mismo, había iniciado una serie de estrategias para alcanzar este anhelo. En el ámbito teatral, además de intentar acercar individualmente a actores, directores o dramaturgos reconocidos, procedió a crear instituciones solventadas por los fondos estatales. En algunos casos, cumplirían tareas originales; en otros, se convertían en la contracara de espacios que ya funcionaban hace años, pero que mantenían un perfil opositor. En esta lógica, nacieron el Ateneo Peronista de Gente de Teatro, Radio y Cine, el Ateneo Cultural Eva Perón y la Unidad Básica Cultural Eva Perón, entre otros ejemplos ilustrativos. Pierina Dealessi adhirió al peronismo, convencida por los logros del gobierno, y como un gesto a su vieja protegida. El “Año del Libertador General San Martín”, inauguró una nueva Constitución, diseñada de acuerdo a los “magnos ideales del peronismo”. En ella, se consagraban los derechos de la mujer, que incluían la aceptación del poder estatal de una real participación en la vida política del país. No era el mero sufragio femenino lo que se consagraba en la Carta Magna. El partido de gobierno tenía reservado un activo papel para la mujer, por lo que rápidamente creó su rama femenina y les reservó diversos papeles en las áreas del ejecutivo o en organismos para estatales como la
Fundación que lideraba la Primera Dama. En agosto de 1950, Eva Perón reúne a varias de las estrellas del ambiente artístico afines a su pensamiento en torno del Ateneo Cultural que llevaba su nombre. Fanny Navarro, Malisa Zini, Pierina Dealessi, Silvana Roth, serán tan sólo algunos de los nombres que transitarán este ámbito, que excedería en propósitos los meramente artísticos. "Es el propósito del Ateneo Cultural Eva Perón el desarrollo intenso de las actividades escénicas, poniendo al pueblo en contacto
con las fuentes vivas del teatro universal. Luchará al mismo tiempo por la doctrina justicialista y por dar cauce a las nuevas formas de instrucción espiritual del pueblo, brindándole las máximas posibilidades de poner el arte al alcance de todos". Se ocuparía además de todo lo atinente a las actividades artísticas para vincularlas a la difusión de la doctrina peronista "...inculcando a sus afiliadas la necesidad de participar activamente de la vida nacional, mediante el ejercicio de los derechos de la mujer, consagrados por la legislación justicialista".
El año 1950 fue temporada atípica, con sólo un estreno de producción propia, que contrastaba con las de los años anteriores, con más de tres obras ofrecidas. Julio Traversa, un hombre de larga trayectoria en el medio teatral y cinematográfico como actor y empresario, dedicó sus esfuerzos a diagramar una mayor actividad escénica en el Teatro Municipal para el año 1951, proponiendo al menos dos obras a concretar con fondos propios. Y una las obras dispuestas por la dirección artística fue Sangre Gringa, que tuvo en Pierina Dealessi el puntal que, merced a una destacada actuación, pudo disimular, en parte, las debilidades estructurales de un texto por lo menos mediocre. Algunas de las repercusiones de la prensa son muy claras al respecto, con conceptos muy negativos en relación al texto, pero resaltando las bondades de la interpretación de Pierina. “El mayor mérito de Sangre Gringa es haber permitido el amplio lucimiento de Pierina Dealessi. La calificada actriz realiza, en efecto, una labor digna de elogio, por la naturaleza del mismo. Sobria, graciosa, humana, matiza los diferentes estados anímicos por que atraviesa el personaje a su cargo con acierto y seguridad”, opinaba el diario Clarín el 18 de abril de 1951. Mientras tanto, Mundo Argentino, aseveraba en su
edición del 9 de mayo del mismo año, “Contribuye a la eficacia de esta comedia la interpretación que hace Pierina Dealessi, en un papel que parece encuadrado para sus dotes de actriz característica”. Finalmente, Noticias Gráficas, bajo el título “Pierina Dealessi realiza una magnífica creación en la comedia Sangre Gringa”, decía, “Pierina Dealessi, en el papel de Giuseppina, realiza un trabajo realmente extraordinario, superando el artificio escénico por el cálido aliento que le imprime, hasta lograr una intensa vibración en esa corriente sanguínea de humanidad que hace que su personaje
reaccione en el escenario como un trozo palpitante de la existencia misma y su presencia de trasvase del libreto al impulso de propia vivencia.”
El 1° de octubre de 1951, se realiza en la sala del Teatro San Martín un Festival artístico,
organizado por la Confederación de Intelectuales que presidía Pedro Baldassarre. Los
objetivos expresados del encuentro eran recordar un nuevo aniversario del 17 de octubre de 1945 y apoyar la fórmula presidencial que se presentaría en el cercano acto electoral nacional. Perón, luego de cavilaciones, disputas internas, desplazamientos y
“renunciamientos históricos”, iba a ser acompañado nuevamente por Quijano. Se repetía, entonces, el binomio triunfador en los comicios de 1946. En la velada citada, colaboraron “destacados artistas líricos y nacionales”, en un esfuerzo por darle un respiro a la platea ante la sucesión de discursos de dirigentes y académicos. Entre las adhesiones enviadas, resaltan la de un grupo de actores, dramaturgos y directores, de reconocida filiación peronista. Malisa Zini y Pierina Dealessi eran firmantes de este documento de entusiasta apoyo a la continuidad del proyecto justicialista en el poder.
Con una actividad constante, que no incluyó la vieja sala de Corrientes 1530, Pierina siguió cosechando la admiración del público y la crítica. Al cumplirse los cincuentas años de su permanencia en los escenarios, en 1954, recibió la Medalla de Oro al Mérito Artístico. El golpe de septiembre de 1955, significó para el país el fin de la primera etapa de la gestión peronista y muchos artistas relacionados íntima o tangencialmente con ella el olvido, la prohibición, el ninguneo y el exilio forzoso, interno o externo. Fueron víctimas del revanchismo puesto en práctica por la autoproclamada “Revolución Libertadora”. Como tantos adherentes a las políticas del justicialismo, fueron silenciados. Al comenzar la dictadura se quiso inmolar a una actriz tan legitimada como la misma Pierina en el sacrificio de un desencuentro ideológico que dividió a la sociedad argentina y generó venganzas ante las prohibiciones del pasado reciente. Una maquinaria perversa comenzó a funcionar, tragándose la voz de muchos y preparando el camino a decisiones económicas que detendrían los procesos industriales comenzados en la administración anterior. No había espacio para ella en los teatros, en los cines, la radio o la televisión al comienzo de este proceso. Sólo la ayuda de amigos y la reacción de parte del campo teatral le permitieron seguir actuando poco
tiempo más tarde. Otro capítulo de listas negras se abría (y lamentablemente no sería el
último), y así como unitarios y federales, conservadores y radicales habían abiertos surcos difíciles de atravesar, peronistas y antiperonistas los imitaban. Algunos oscuros líderes de esa interrupción del orden legal en 1955, hablaban de borrar al “tirano”, y a todo lo que lo podía recordarlo. De esta manera, se perdieron magníficos proyectos y realizaciones en marcha indispensables para nuestro desarrollo. Así, en la maraña de un tejido de censura de proporciones inusitadas, (al que quería justificarse en respuesta a la censura impuesta por el “régimen depuesto”) quedó atrapada una trabajadora de los escenarios que sólo pudo librarse de tal situación por la solidaridad que otros no encontraron.
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